Entre la ciudad y la política existe una relación íntima que merece ser descrita y comprendida. Beatriz Sarlo (1942, Buenos Aires) considera que la ciudad es la política, y la ciudadanía es el lugar de las migraciones internas y externas. La intelectual se propone y propone pensar sobre el espacio público y, en ese afán, dilucidar los nuevos modelos de “vivir juntos”. Qué pasó con la ciudad que imaginaron los padres de la patria; cuáles fueron sus representaciones políticas y simbólicas, y cómo cambió el derecho de ciudad, que no es lo mismo que la ciudadanía.
Estas son las líneas maestras de “Ciudad y política”, la disertación que Sarlo ofrecerá el jueves 4 de diciembre a partir de las 20.30 en el teatro del hotel Hilton Garden Inn (calle Las Piedras 1.500 de esta capital). La presentación con entrada libre de la académica y ensayista cerrará el Ciclo de Conferencias 2014 que LA GACETA organiza desde hace nueve años. En los últimos meses pasaron por ese foro figuras destacadas como el escritor y periodista Jorge Asís; los analistas Carlos Pagni y Joaquín Morales Solá; los economistas Alfonso Prat-Gay y Enrique Szewach; el politólogo Sergio Berensztein y el periodista deportivo Gonzalo Bonadeo.
La propia Sarlo había participado en el Ciclo durante 2012, año en el que este diario festejó su centenario. En esa oportunidad, la autora de “Viajes. De la Amazonia a las Malvinas” (2014) analizó el legado de Jorge Luis Borges. “Si hubiera muerto en 1961, Borges sería Borges: su obra estaba completa, sus descubrimientos literarios estaban hechos. Borges tenía problemas para ser ‘exportado’, pese a que publicaba en la revista Sur. Pero tuvo muchas dificultades para salir de la Argentina: había algo en Borges que no terminaba de funcionar. Le faltaba latinoamericanismo, le faltaba color local. Borges era, en un punto, demasiado europeo. Y el latinoamericanismo de Borges es su criollismo: es una respiración del español del Río de la Plata”, definió en aquella oportunidad.
Viajera por vocación y obligación, Sarlo regresó a Tucumán en octubre para presentar su último libro. En esa oportunidad, la conferencista planteó: “somos hijos de los viajes de otros tanto como de los que hicimos... Los turistas se precipitan y pasan; los viajeros van despacio”. Durante el coloquio con el marplatense Nino Ramella, afirmó que la única contribución teórica de “Viajes” apareció mientras reflexionaba en el verbo “descubrir”: “en el descubrimiento nos interesa el ‘salto’ que resignifica un momento del viaje. Un salto de programa es lo que todo viajero o turista desea cuando cuenta que ‘iba por tal lugar y descubrió tal cosa’; es la huella que queremos dejar en sitios donde resulta imposible descubrir algo”.
“Conmigo no, Barone”
El pensamiento cultural distingue a Sarlo, que también es reconocida en el campo de la reflexión política. Colaboradora habitual de la prensa, la intelectual se convirtió en estandarte de la crítica durante la década kirchnerista. Pasarán los años, pasarán los gobernantes y el “conmigo no, (Orlando) Barone” que Sarlo asestó al columnista de “6,7,8”, el ciclo televisivo “K”, quedará como -todo- un código de esta época.
“El modelo kirchnerista requiere de la abolición del federalismo”, dijo Sarlo a este diario en una entrevista a propósito de los diez años del acceso al poder de los Kirchner. La madre de “La audacia y el cálculo. Kirchner 2003-2010” (2011) analizó entonces que el kirchnerismo posterior a 2010 (post fallecimiento de Néstor Kirchner) había perdido la capacidad para tejer una trama pan-peronista: “Cristina Kirchner está más acostumbrada a manejarse de forma autoritaria con el dinero que el Gobierno nacional puede o no entregar a las provincias y busca esclavizar a los gobernadores”. Sarlo advirtió que la marca registrada del kirchnerismo consistía en tener siempre la iniciativa: “yo hablo de estar siempre a la ofensiva con la iniciativa que sea, con la que caiga en el momento y pueda funcionar”.